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La gestión de
aguas es especialmente preocupante en las ciudades, donde vive el 80% de la
población y una gran parte en asentamientos cercanos a fuentes contaminadas.
Pregunta: ¿Qué es más
claro que el agua? Respuesta: Casi todo lo demás.
Esa es una realidad cada vez más cierta para Latinoamérica donde
tres cuartas partes de las aguas fecales o residuales vuelven a los ríos y
otras fuentes hídricas, creando un serio problema de salud pública y para el
medio ambiente, según advierten expertos del Banco Mundial.
El problema es especialmente
preocupante en una región como la latinoamericana, donde el 80% de la población
vive en ciudades, y una gran parte en asentamientos cercanos a fuentes
contaminadas.
También hay serias implicaciones ecológicas.
Latinoamérica es una de las regiones más biodiversas del
mundo y es dueña nada menos que de un tercio de las fuentes de agua del mundo.
La contaminación del agua atenta contra ese orden.
¿Cómo responder a
tamaño desafío? La experta en agua y saneamiento, Carmen Yee-Batista, dice que
la respuesta es multifacética pues se necesita reformar la producción del agua,
invertir en infraestructura y regular el uso del territorio (es decir, dónde se
puede vivir y dónde no).
Yee-Batista, del Banco
Mundial, afirma que la situación es aún más compleja porque el “70% de las
aguas residuales de la región no son tratadas. Sacamos el agua, la usamos y la
devolvemos a los ríos completamente contaminada”, señala.
Debido a lo complejo
del problema, se debe revisar el proceso de producción de agua de una manera
integral: suministro, saneamiento y aguas residuales y drenaje urbano, es
decir, invertir en sistemas de alcantarillado que evacuen el agua de las
lluvias. Y todo esto sin perder de vista la planificación urbana. “Queremos que
el azul vuelva a los ríos y las ciudades se vuelvan más verdes”, resume la experta.
Tímidamente, varias
ciudades latinoamericanas como Buenos Aires, Tegucigalpa, San Pablo o Asunción
están trabajando en soluciones integrales al manejo y distribución de agua y a
la contaminación de los ríos.
Tal es el caso de la recuperación del río Bogotá, que
recibe las aguas sucias que descargan los ocho millones y medio de habitantes
que viven en la capital colombiana y no tiene la capacidad de asimilar tanta
contaminación. Actualmente, se trabaja en el tratamiento de las aguas
residuales, en ampliar el río para que tenga más capacidad de almacenamiento,
en reasentar a las personas que viven allí y en la recuperación ambiental de
las riveras.
Estos avances presentan también una paradoja. Por ejemplo,
en Uruguay la
cobertura de la red de agua es del 99% pero casi la mitad del agua potabilizada
se pierde debido a tuberías viejas, robos o fraudes.
“Se construyen redes
pero después de 20 años se necesitan cambios que no se están realizando. Es
decir, gastamos mucho dinero en infraestructura, en recoger esta agua, en distribuirla
pero aún así la perdemos”, afirma Yee-Batista, destacando que esto sucede en
gran parte de la región.
De ahí que un problema
recurrente en las ciudades latinoamericanas sea la continuidad del servicio
-acceso las 24 horas del día, todos los días –, la presión adecuada y la
claridad del agua. Además, muchos proveedores no son autosostenibles
financieramente, dependen de los gobiernos ya que las tarifas no cubren los
costos de operación.
La experta recuerda
que la falta de acceso al agua potable es todavía una amarga realidad para 32
millones de personas en Latinoamérica. Y que solo esfuerzos integrales podrán
cambiar esta realidad.
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