Con diferentes niveles de ambición y algunas metas condicionadas al financiamiento internacional, los compromisos de las economías en desarrollo ponen presión sobre los grandes emisores del mundo y refuerzan el llamado ético de que el fenómeno del cambio climático necesita del aporte de todos los países, coincidieron expertos consultados por IPS.
“Hemos visto una serie de fuertes compromisos de países del Sur Global, a pesar de su pequeño papel en la creación de este desafío”, explicó Ellie Johnston, directora del Proyecto Climático Mundial de la organizaciónClimate Interactive, especializada en el seguimiento de los compromisos.
En sus contribuciones nacionales los países del Sur han puesto el foco en energías más limpias, el combate a la deforestación, la necesidad de nuevas fuentes de financiamiento y la formulación de acciones de adaptación al cambio climático.
En total, 146 gobiernos presentaron en el límite del 1 de octubre sus contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC, en inglés) para reducir emisiones, mientras 49 no lo hicieron.
Las INDC enviadas no alcanzan para contener el incremento de la temperatura en un máximo de dos grados centígrados respecto al periodo preindustrial, el tope fijado por los expertos para evitar la catástrofe climática.
En su mayoría, los compromisos asumen acciones entre 2020 y 2030, para ser incorporados en el nuevo tratado universal y vinculante, que deberá aprobarse durante la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), que se realizará en París entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre.
Un análisis de Climate Interactive determinó que las contribuciones comprometidas llevarían al planeta a calentarse 3,5 grados centígrados, mientras que otra estimación de la red Climate Action Tracker calcula el aumento en 2,7 grados.
Las diferencias del cálculo provienen de diferencias metodológicas, principalmente en las emisiones de China e India tras 2030, las dos potencias emergentes que en las últimas dos décadas han surgido como el primer y tercer emisor de GEI del mundo. En medio, está Estados Unidos, en cuarto lugar Rusia y en quinto Japón.
“Nuestro análisis muestra que se necesitan contribuciones más ambiciosas tanto en el Sur Global como en el Norte industrial para asegurar que llegaremos a la meta global de dos grados centígrados y esperamos que las negociaciones de París creen el marco para que esto suceda”, explicó a IPS la estadounidense Johnston.
Algunos de los gobiernos mostraron metas ambiciosas y destaca la presencia de objetivos claros en adaptación, uno de los elementos más importantes para el Sur Global, la nueva denominación con que se aglutina a los países en desarrollo y muy diversos de África, América Latina y el Caribe, y Asía.
La especialista celebró la presentación de compromisos de las economías emergentes y que “dada la disparidad en responsabilidad histórica y la capacidad para tomar acciones”, los países industrializados deberían mejorar sus compromisos.
La división entre países industrializados y aquellos en desarrollo es parte básica de la CMNUCC, por su diferente responsabilidad en la creación del fenómeno. Pero tras la COP20, celebrada en Lima en diciembre de 2014, todas las naciones se comprometieron a contribuir para contener el recalentamiento planetario mediante las INDC.
En la crucial conferencia de París, los negociadores tendrán que unir los INDC presentados por cada país en el nuevo tratado climático vinculante, que entrará en vigor en 2020, con la meta de que el incremento de la temperatura no sobrepase los dos grados centígrados al 2100.
“Desde una perspectiva de equidad y justicia, algunos países han ido más allá de lo que podría considerarse su justo aporte, especialmente algunos de los países menos adelantados, los países en desarrollo sin litoral y los pequeños países insulares en desarrollo”, explicó a IPS la sudafricana Tasneem Essop, jefa de la delegación delFondo Mundial de la Naturaleza (WWF) en las negociaciones climáticas.
Estos países del Sur Global “son los menos responsables del cambio climático”, subrayó.
Essop enfatizó que el problema con las INDC es que en Lima, donde se definieron sus pautas, no se fijaron estándares claros de cómo deben establecerse.
Por ejemplo, Costa Rica prometió limitar sus emisiones a 1,19 toneladas por habitante para 2050, cuando se aspira a que el mundo tenga un promedio de emisiones de dos toneladas por habitante como tope. Camerún reducirá sus emisiones en 32 por ciento, respecto al nivel que tendría en 2035 si mantuviera su ritmo actual, pero en un objetivo que como muchos otros países indica que dependerá de financiamiento internacional.
Papúa Nueva Guinea, un líder histórico en el sector forestal, se enfocará en combatir la deforestación y el cambio de uso de suelo, su principal problema, mientras que para 2025, Brasil propone reducir de manera incondicional sus emisiones en 37 por ciento, respecto al nivel de 2005 y es uno de los pocos países del Sur que presentó “metas absolutas”.
“El problema que tenemos, y esto aplica para todos los INDC, no solo para los países del Sur Global, es que no se ha desarrollado un marco común o estándares comunes. Entonces se hace muy complicado comparar”, apuntó Essop.
Entre los países que faltan por presentar su contribución hay algunos con menor capacidad técnica para realizarla, junto con otros que los expertos consideran menos motivados a actuar. Entre los que faltan están Arabia Saudita, Bolivia, Irán, Malasia, Pakistán, Sudán y Venezuela.
La activista enfatizó que los compromisos del Sur Global deben tener claro el balance entre los tres principales elementos de la acción climática y del nuevo tratado –mitigación, adaptación y medios de implementación– y donde el financiamiento interno y externo juega un rol fundamental.
“Una importante e interesante característica en algunos de los INDC del Sur Global ha sido la claridad en términos de cuánto el gobierno puede financiar internamente y cuáles acciones pueden ser ampliadas con apoyo”, explicó Essop.
En 2009, las naciones industrializadas se comprometieron a aportar 100.000 millones de dólares anuales a partir del 2020 al Fondo Verde para el Clima para financiar la lucha climática. Pero su flujo ha sido demasiado lento. “El financiamiento no será un asunto que se resuelva hasta la última noche de París”, dijo la británica Kat Watts, asesora de políticas climáticas del Carbon Market Watch.
Watts subrayó a IPS que las antiguas divisiones de las negociaciones climáticas –los países industrializados en Anexo I y Anexo II y los demás en un grupo aparte– se están desmoronando con las INDC y otras acciones.
La analista explicó que fue clave la coincidencia entre la presentación de estos compromisos climáticos y la aprobación de la Agenda de Desarrollo a 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en una cumbre mundial celebrada en las Naciones Unidas en Nueva York entre el 25 y el 27 de septiembre.
“Que tanto los INDC como los ODS ocurrieran este año significan que hay una oportunidad real para que cada país considere cómo planificar su desarrollo tanto bajo en carbono como resiliente al cambio climático”, apuntó Watts.
Editado por Estrella Gutiérrez
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