por María Caridad Araujo.
En una reseña reciente de The Economist sobre el libro del BID que trata de desarrollo infantil temprano llamado Los Primeros Años, se destacaba que:
América Latina y el Caribe ha tenido menos éxito en alimentar el desarrollo mental y emocional de sus niños más pequeños, especialmente de aquellos que son hijos de madres pobres con menores niveles de educación. Los gobiernos han expandido la oferta de los servicios de cuidado infantil, en gran parte con el objetivo loable de ayudar a las madres a trabajar fuera del hogar. Brasil y Chile han duplicado la proporción de niños que usan los servicios de cuidado infantil en la última década y el aumento en Ecuador fue por un factor de seis. Mucha de la provisión ocurre en centros nuevos y de gran tamaño, con capacidad para hasta 300 niños. Sin embargo, el personal de esos centros es escaso, pobremente capacitado y mal remunerado.”
Uno de los resultados principales de Los Primeros Años es precisamente los bajos niveles de calidad de los servicios de cuidado infantil dirigidos a niños de 0-3 años de edad (conocidos como guarderías, jardines, nidos, estancias, hogares infantiles, o salas-cuna, en los diferentes países de la región). Los datos que sistematiza la publicación del BID son preocupantes. El proveedor promedio de servicios públicos de cuidado se ubica en niveles de calidad inadecuados, en países tan diversos como Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú. En estos países se cuenta con información comparable porque se han administrado medidas estandarizadas que sirven para valorar diferentes aspectos de la calidad de este tipo de servicios.
Y ¿por qué es tan importante la calidad de los servicios de cuidado infantil?
Los primeros años de vida son la clave para el desarrollo futuro de los seres humanos. Son aquellos durante los cuales se sientan los cimientos de la salud física y emocional y el potencial de aprendizaje de las personas. En este período tan sensible, los servicios de cuidado infantil de mala calidad no solo pueden tener impactos neutros, sino que incluso pueden ser perjudiciales para el desarrollo de los niños pequeños.
En un estudio realizado en Ecuador, aprovechando una discontinuidad en la fórmula de asignación de presupuesto público para este tipo de servicios, se comparan diferentes dimensiones del bienestar de los niños que no asisten a un servicio de cuidado infantil con aquellos que sí lo hacen. Los autores encuentran que los usuarios de los servicios de cuidado infantil exhiben resultados nulos -sobre el desarrollo social y motor- y hasta negativos -sobre el estado nutricional, la cognición y el desarrollo de vocabulario- de una magnitud importante. Además, las madres de niños usuarios de los servicios de cuidado experimentan con mayor frecuencia síntomas de depresión y exhiben interacciones menos receptivas hacia sus hijos.
¿Cómo se mide la calidad de un servicio de desarrollo infantil temprano?
La literatura especializada identifica dos tipos de variables que describen la calidad de un servicio de cuidado: variables estructurales y variables de proceso. Las variables estructurales se refieren principalmente a factores más fáciles de observar o de reportar, como las características de la infraestructura básica, los salarios, el perfil educativo del personal y el número de niños que se encuentra a cargo de cada adulto.
Las variables de proceso describen la calidad de las interacciones (entre los niños y los adultos, entre los niños, y entre los padres y el personal del centro) y las rutinas y actividades que se realizan. Las variables de proceso son las que tienen un efecto sobre el desarrollo cognitivo y emocional de los niños.
¿Qué se puede hacer para mejorar la calidad de los servicios de desarrollo infantil temprano?
Una nueva publicación del BID, “La calidad de los Centros Infantiles del Buen Vivir en Ecuador” destaca tres iniciativas emprendidas en Ecuador con el fin de mejorar la calidad de los principales servicios públicos de cuidado infantil, los Centros Infantiles del Buen Vivir o CIBV.
Las tres iniciativas del programa ecuatoriano fueron: (a) la contratación de coordinadoras con educación post-secundaria para cada centro; (b) la inspección y cese de financiamiento público de los centros que incumplían con estándares; y (c) el traslado de los niños mayores de tres años a los servicios de educación inicial, permitiendo así que el personal y actividades de los CIBV se enfoque en el grupo de niños menores de 3 años y potenciando que los niños usuarios del servicio se organicen en grupos más homogéneos en términos de edad.
El estudio del BID encuentra que los resultados de estas reformas fueron muy modestos:
- A pesar de haberse incorporado en la gran mayoría de los centros estudiados, las coordinadoras con educación post-secundaria demuestran un nivel de conocimiento específico sobre desarrollo infantil temprano bajo en una escala diseñada para medirlo. De 58 preguntas, en promedio responden 33 correctamente (3 más que el personal encargado del cuidado de los niños, de quien se requiere que tenga educación secundaria completa).
- El cese de convenios con centros que incumplían con estándares mínimos efectivamente identificó a centros que, en promedio, tenían peores niveles de calidad de acuerdo a muchas escalas. No obstante, según lo explican las autoridades encargadas del programa, el cese de convenios para el financiamiento público no asegura que los centros no continúen funcionando con fondos de otras fuentes (contribuciones privadas o de los propios padres).
- El traslado de niños mayores de tres años a los servicios de educación inicial tiene el potencial de resultar en una mejora de la calidad del servicio. El estudio del BID compara varias medidas de calidad en aulas con niños con mayor y menor dispersión en sus edades y documenta que la calidad de procesos es ligeramente mayor en aquellos centros con menores brechas de edad entre los niños que reciben el servicio, aunque estas diferencias no son siempre estadísticamente significativas.
En otras palabras, aunque la reforma emprendida en Ecuador apunta en la dirección correcta, es apenas un primer paso. La experiencia internacional sugiere que una mejora importante de la calidad de los servicios de cuidado infantil requiere de un proceso complejo, que incluya elementos en todas las siguientes áreas:
- La gobernanza del sector y las oportunidades de coordinación horizontal y vertical entre los diferentes actores involucrados.
- El financiamiento suficiente, con compromisos presupuestarios de largo aliento y procesos administrativos que permitan que los recursos lleguen a los proveedores de forma oportuna.
- Los sistemas de mejora continua de la calidad, que incluyan el desarrollo de estándares sobre los servicios que deben ofrecer los proveedores, los resultados que deben obtener los niños y las competencias que debe desarrollar el personal que los atiende. Pero además, la medición oportuna de la calidad del servicio y de los resultados de los niños, los sistemas de monitoreo, seguimiento e información y los procesos de implementación y evaluación de mejoras.
- El recurso humano con las competencias adecuadas para brindar la atención que necesitan los niños durante este periodo de su vida y con los incentivos salariales y de desarrollo profesional adecuados.
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