Por Sven-Uwe Mueller
Con una inversión cercana a los US$120.000 millones realizada desde 2005, incluyendo US$22.100 millones en 2014, China es el mayor inversor externo en América Latina. China ha desarrollado su propia infraestructura a un paso y en una escala sin precedentes en la historia de la humanidad, y por tanto puede aportar un cúmulo incomparable de experiencia y “know-how” para ayudar a nuestra región a cerrar su brecha en materia de infraestructura.
El transformar dicho escenario en una situación beneficiosa mediante la cual los proyectos chinos puedan tanto prosperar como tener un impacto positivo sobre el desarrollo es un objetivo importante de la asociación del BID con el país asiático.
Pero, ¿cómo lograr que estos proyectos sean exitosos y sostenibles en el contexto financiero, ambiental y social? Este es el desafío que enfrentan muchos inversores y empresas a nivel mundial. Para lograr esto, no existe una receta única , no obstante la experiencia nos indica que hay al menos una condición que debe cumplirse inexorablemente: tomarse en serio el tema de las salvaguardias.
Desde 2005, el valor combinado de las inversiones y operaciones de construcción chinas en todo el mundo asciende a US$1,1 billones (millón de millones), según el China Global Investment Tracker. Más de US$250.000 millones en inversiones externas no tuvieron éxito. Un informe del grupo de estudios de Pekín, Center for China and Globalization,analizó 120 casos de los intentos fallidos de empresas chinas por invertir en el exterior. Una cuarta parte de esos fracasos se debieron a factores políticos, tal como lo informó el diario chino Global Times. Es justo decir que los problemas políticos, sociales y ambientales son reconocidos como importantes riesgos de negocios para las inversiones chinas en el exterior, y estos riesgos ya se encuentran firmemente sobre la mesa para mayor discusión y análisis.
En septiembre de 2014 sonaron las alarmas en el Foro de Negocios China-ALC en Changsha cuando se reunieron representantes del Ministerio de Protección Ambiental, del Ministerio de Comercio y de la Asociación China de Contratistas Internacionales con representantes de empresas, inversores y contratistas del país asiático. En ese encuentro se dijo que las empresas chinas que incursionan en América Latina y el Caribe se encuentran con una red de regulaciones a nivel local, regional y nacional y también con la expectativa de que cumplan con los estándares internacionales. Sumado a esto, las empresas también deben cumplir con una serie de compromisos requeridos por los socios y políticos a nivel local. El sortear todos estos requisitos, en particular en circunstancias en las que suele ser escaso el aporte técnico de organismos gubernamentales, puede convertirse en un tremendo dolor de cabeza. La mayoría de compañías chinas carecen de esas décadas de experiencia global en negocios que ha sido acumulada por otras empresas multinacionales.
Con el fin de contribuir a cerrar esta brecha, la unidad de salvaguardias del BID preparó una guía técnica sobre Buenas Prácticas Ambientales, de Salud y Seguridad en América Latina y el Caribe que fue traducida al chino. Nuestro evento para el lanzamiento de esta guía técnica, que duró seis horas, fue organizado por el Banco de Desarrollo Chino en su impresionante sede central de Pekín y contó con la presencia de unos 70 representantes de firmas chinas, lo que puso en evidencia la creciente importancia que los empresarios de ese país confieren a estos temas.
Me impresionó en particular el discurso del representante del Ministerio de Comercio de China. El funcionario citó ejemplos en los que algunos proyectos chinos en América Latina y el Caribe se toparon con dificultades, incluyendo suspensiones. Destacó que esos trances, que suelen tener serias consecuencias financieras, se deben mayormente a no haber cumplido con los estándares ambientales, sociales, o de salud. Y concluyó su exposición lanzando un ferviente llamado a tomar en serio las salvaguardias, a integrarlas al sistema de manejo de la empresa, y a convertirlas en un tema central de la alta dirigencia empresarial.
Esto también está en sintonía con la experiencia que hemos acumulado en el tema de salvaguardias en el BID. Cumplir con las leyes y reglamentaciones locales es el requisito mínimo indispensable. Para reducir activamente los riesgos políticos y sociales de un determinado proyecto es necesario contar con un estricto sistema de manejo de cuestiones ambientales y sociales. Este sistema involucra activamente a todos los actores, establece canales de comunicación activos, monitorea todas las quejas y reclamos, y se asegura de que sean atendidos en tiempo y forma. En resumen, se trata de un sistema de gerenciamiento que asegure que todas las preocupaciones relevantes sean tomadas seriamente y que al mismo tiempo incluya un compromiso gerencial de hacer de la sostenibilidad ambiental y social del proyecto su primera prioridad.
El claro apoyo del Ministerio de Comercio no fue la única señal de un importante cambio en la percepción de las salvaguardias. La demanda de una sesión adicional de capacitación del BID sobre Buenas Prácticas Ambientales, de Salud y Seguridad en América Latina y el Caribe fue también muy fuerte. Tanto empresarios como grupos de estudio y federaciones industriales expresaron su interés en contar con más oportunidades de compartir conocimientos sobre salvaguardias. Asimismo, debemos reconocer los avances del nuevo Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, que pudo poner en marcha una política de salvaguardias pragmática y bien diseñada en tiempo record. Todo esto revela que China ha tomado esta cuestión en forma decisiva, pragmática y orientada a la acción.
A mi parecer, esta nueva urgencia por adherirse a las prácticas internacionales y también a los estándares internacionales sociales y ambientales se basa en el reconocimiento de que este es un factor clave para el éxito de las futuras inversiones chinas en el exterior. Dado que Pekín se lanzó a invertir en los mercados externos hace relativamente poco tiempo, es mucho lo que ha aprendido mediante la práctica, y con un modesto grado de éxito en las inversiones. Estos resultados mixtos están siendo ahora debatidos abiertamente en este país y la búsqueda de cambios está en plena marcha.
Nuestro previo acercamiento a China tuvo lugar hace 15 meses atrás, y en el cual los asuntos ambientales y sociales estaban en la escala más baja en el orden de prioridades. Fue fascinante constatar ese cambio en la percepción y en el grado de atención que concitan estos temas.
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