Por Jim Yong Kim, Presidente del Grupo del Banco Mundial.
En 1961, Japón instauró la cobertura universal de salud, un logro notable en un país que acababa de salir de un conflicto. La atención de salud de amplio acceso, asequible y de calidad ayudó a los residentes de Japón a tener vidas más saludables, largas y prósperas que las personas de casi todos los demás países del mundo.
Sin embargo, existen otros miles de millones de personas —en especial en los países en desarrollo— que ni siquiera pueden acceder a una atención básica. Las estimaciones sugieren que solo el 65 % de la población mundial tenía acceso a servicios de salud básicos en 2013.
Sin embargo, existen otros miles de millones de personas —en especial en los países en desarrollo— que ni siquiera pueden acceder a una atención básica. Las estimaciones sugieren que solo el 65 % de la población mundial tenía acceso a servicios de salud básicos en 2013.
La presidencia del Grupo de los Siete (G-7) a la que accederá Japón representa una oportunidad única para remediar este inconveniente y avanzar hacia la cobertura universal de salud en todos los países. Desde que Japón instauró la cobertura universal de salud, ayudó a globalizar el concepto, compartiendo conocimientos y recursos y movilizando voluntades políticas.
En la cumbre del G-8 de 2008, el Gobierno propuso un enfoque integral para el fortalecimiento del sistema de salud. El activismo de Japón es una de las principales razones por las que la cobertura universal de salud es una de las metas de los objetivos de desarrollo sostenible. La conferencia realizada esta semana en Tokio sobre la cobertura universal de salud en la nueva era de desarrollo muestra que el apoyo y el compromiso con el movimiento nunca han sido mayores.
El desarrollo de ese respaldo político llevó tiempo. Hace más de 35 años, en Alma Ata, Kazajstán, los líderes mundiales del área de salud se comprometieron a ofrecer atención de salud universal antes del año 2000, enfatizando las necesidades de los países más pobres. No obstante, después de la reunión de Alma Ata, muchas organizaciones, incluido el Banco Mundial, consideraron que este enfoque integral era demasiado caro y poco concentrado.
Desde entonces, las epidemias de VIH/sida, tuberculosis y gripe se han cobrado la vida de millones de personas y generado pérdidas económicas por decenas de miles de millones de dólares en muchos de los países más pobres del mundo. En los últimos dos años, el virus del Ébola mató a más de 11 000 personas y causó pérdidas por miles de millones de dólares en Guinea, Liberia y Sierra Leona, en gran medida porque esos países no lograron elaborar sistemas de salud con capacidad de adaptación y sustentables.
No podemos darnos el lujo de seguir posponiendo la acción. Los expertos prevén que es probable que en los próximos 30 años enfrentemos una pandemia como la gripe española de 1918, que podría matar hasta a 30 millones de personas en 250 días y reducir el producto interno bruto mundial casi en un 5 %, lo que equivale a cerca de US$4 billones.
La buena noticia es que el mundo está haciéndose eco de las prioridades de Japón de desarrollar sistemas de salud sostenibles y con capacidad de adaptación y mejorar la arquitectura mundial en materia de salud para responder a las emergencias de salud pública. El Grupo Banco Mundial está trabajando con otras organizaciones para hacer su parte.
Una de nuestras iniciativas más nuevas es el Servicio Mundial de Financiamiento para la Iniciativa Cada Mujer, Cada Niño. Esta asociación liderada por los países acelerará las iniciativas tendientes a terminar con la mortalidad materna e infantil prevenible antes de 2030. Cumple una función catalizadora respecto de los países pobres para que aumenten sus inversiones en servicios de salud de primera línea y su preparación aumentando la cantidad de donaciones y de financiamiento de bajo costo disponible para las necesidades en términos de salud que identifiquen los países después de cumplir con sus metas de desempeño.
El Mecanismo Mundial de Financiamiento también tiene vínculos con la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Grupo Banco Mundial para los más pobres, ya que posibilita un nivel aún mayor de financiamiento para fortalecer los sistemas de salud. La AIF es nuestra fuente más grande de apoyo para la salud en los países en desarrollo. Las generosas contribuciones de Japón y otros países a la AIF han sido centrales para aportar servicios de salud básicos de calidad a las personas más pobres y vulnerables del mundo.
Por solicitud del G-7 y del G-20, el Grupo Banco Mundial está trabajando con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros asociados para desarrollar una respuesta integral a las pandemias. Una parte crítica del marco que estamos desarrollando es el Mecanismo de Financiamiento de Emergencia en caso de Pandemias. Ese mecanismo apunta a eliminar las restricciones financieras que impiden la respuesta rápida y eficaz ante una epidemia, utilizando financiamiento público y privado acordado previamente, lo que incluye aprovechar los recursos de los mercados de seguros y de capitales. Ayudaría a salvar vidas y a proteger a las economías.
El próximo paso tendría que ser una OMS sólida y bien financiada. Las reformas en marcha para fortalecer la capacidad de respuesta de emergencia de la OMS son un buen comienzo. Debemos financiar totalmente su fondo de contingencia para emergencias.
También necesitamos un nuevo mecanismo internacional diseñado para que la comunidad de gestión de riesgo de pandemias rinda cuentas. Ese organismo debe ser apolítico, técnico e independiente de los países, las instituciones o los donantes. Debe tener el mandato, el financiamiento y la autoridad necesarios para evaluar los planes de preparación y respuesta de los Gobiernos, las instituciones internacionales, el sector privado, la sociedad civil y las comunidades. Este grupo de expertos respetados, hablando con franqueza a los niveles más altos del sistema mundial, generaría medidas de toda la comunidad de respuesta ante casos de pandemias.
La presidencia del G-7, a la que Japón accederá en mayo, es nuestro momento para actuar. En la cumbre de Isay-Shima, tenemos la oportunidad de actuar al fin sobre la promesa incumplida de Alma Ata y avanzar rápidamente hacia la cobertura universal de salud. También es nuestra oportunidad de prepararnos antes de que llegue la próxima pandemia. El cumplimiento de estas metas será un salto cualitativo para la salud y el bienestar económico de las personas.
*Esta columna fue publicada con anterioridad en la zona de blogs del sitio web del Banco Mundial.
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