Las
Reuniones Anuales del Grupo Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional vuelven a América Latina tras casi 50 años. Durante este medio siglo la región ha cambiado mucho: ha disminuido la pobreza, ha disfrutado de crecimiento económico, se ha integrado a la economía mundial. Pero la realidad del continente está viviendo un nuevo cambio: hasta hace tres años los países estaban celebrando diez años de un crecimiento económico sostenido, que supuso el surgimiento de una clase media creciente y vigorosa. Este crecimiento benefició de manera especial a los más pobres y redujo la inequidad. En el Perú, entre el 2001 y el 2014 la pobreza se redujo del 55% al 22,7%. Todo ello vino impulsado por un importante crecimiento en la demanda de commodities –particularmente por parte de China, principal comprador de las materias primas latinoamericanas–. Los precios fueron también muy favorables y la disponibilidad de financiación en el mercado internacional era amplia y poco costosa. Ahora la realidad es diferente: China se ha desacelerado, el precio de los commodities ha caído, las fuentes de financiación globales se han apretado y el costo de ese dinero tiende a aumentar. En consecuencia, el ritmo de crecimiento ha disminuido en la región.
Este año, Latinoamérica solamente crecerá, en promedio, unas pocas décimas. El Perú, uno de los actores con mejor desempeño en la región, pasará de un ritmo de crecimiento del 6% a uno más cercano al 3%. Este nuevo crecimiento económico no es coyuntural, sino que se trata de un ajuste que se mantendrá en el mediano y largo plazo. Desde la perspectiva de las metas de desarrollo que centran la actividad del Banco Mundial –eliminar la pobreza extrema y reducir la inequidad– la desaceleración viene de la mano con el riesgo de que parte de esa nueva clase media surgida en la pasada década pueda caer nuevamente por debajo de la línea de la pobreza. Para evitarlo, es tiempo de hacer frente a diversos retos de política pública: hay que acelerar la inversión en capital humano, apalancar recursos privados para multiplicar la inversión en infraestructura y solidificar la competitividad para lograr una sana diversificación económica.
La inversión en capital humano se concentra en la urgente necesidad de garantizar servicios de salud para todos y una educación de buena calidad. El mejoramiento de la infraestructura facilita el comercio, el crecimiento y el acceso a fuentes de trabajo para todos los ciudadanos. En estos tiempos nuevos en los que el manejo fiscal prudente requiere selectividad, el sector privado aparece como un instrumento para apalancar la inversión pública, a través de las asociaciones público-privadas (APP), entre las cuales la nueva línea 2 del metro de Lima es un buen ejemplo. La competitividad supone facilitar los trámites para la creación de empresas, el aumento de las exportaciones y la reducción de costos ligados a la actividad económica en un ambiente de formalidad. El Perú deberá apuntar en el mediano plazo a desarrollar un verdadero sistema de ciudades balanceado, que revierta la centralización y congestión de Lima y permita el crecimiento más acelerado y organizado de ciudades intermedias, las cuales facilitan el desarrollo de vocaciones productivas regionales, nuevos productos y más diversificación económica. En un sistema de ciudades balanceado y moderno, la calidad de vida de todos aumenta y la productividad e innovación encuentran un terreno fértil.
Los retos son enormes y no es difícil caer en el pesimismo dada la magnitud de la tarea. Sin embargo, es bueno adquirir perspectiva en el tiempo. Nunca antes en la historia de la humanidad habíamos tenido una población mundial tan preparada y con el nivel educativo como la que tenemos hoy. Nunca antes habíamos tenido una expectativa de vida tan larga. Nuestros sistemas de seguridad social, salud y pensiones son mejores de lo que jamás fueron. Comparativamente con el pasado, mueren hoy mucho menos personas de hambre o en conflictos armados. A excepción del cambio climático, en el resto de indicadores que miden la calidad de vida, este es el mejor momento de la humanidad. A pesar de los enormes desafíos, no podemos perder de vista que la tendencia es que el futuro de la raza humana será mejor que el pasado. En el Perú, las semillas están esparcidas para una mayor inclusión, más desarrollo y mayores oportunidades para todos. Y por eso, hay motivo para ser optimistas.
Lima está preparada para acoger a los más de 12.000 participantes de las Reuniones Anuales de las Juntas de Gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, entre el 5 y el 12 de octubre. Con este evento, el Gobierno Peruano inaugurará el recientemente construido megacentro de convenciones, el más grande de Sudamérica, con capacidad para albergar a 9.950 personas. Este gran escenario cuenta con una superficie de más de 10.600 metros cuadrados. Además, el Gobierno del Perú ha hecho un importante esfuerzo en logística, seguridad y comunicaciones para el evento.
Realizar las Reuniones Anuales en el Perú es un reconocimiento a los avances del país y de Latinoamérica. Este evento servirá de escaparate para afianzar el interés de miles de inversionistas interesados en diversificar sus horizontes, en una región ávida de seguir creciendo sobre las sólidas bases de la innovación, de un capital humano más capacitado y con una amplia clase media que demanda productos y servicios de calidad.
¡Bienvenidos a Lima! ¡Bienvenidos a la Junta de Gobernadores del Grupo Banco Mundial y del Fondo Monetario internacional!
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