No siendo un experto en instituciones financieras internacionales, hay algo que siempre me llamó la atención respecto a una de ellas: la frecuencia con la cual las políticas que recomienda el FMI suelen entrar en contradicción con las investigaciones que publica el propio FMI.
Por ejemplo, en 1998 el FMI propuso modificar su Convenio Constitutivo para convertir en parte de su mandato el garantizar el libre flujo internacional de capitales. En cambio, en 2012 una de sus investigaciones concluía que, si bien en general el libre flujo de capitales ayuda a que éste se asigne a los usos más eficientes, dadas las falencias institucionales en algunos países y el monto y volatilidad de esos flujos, en ocasiones el control de capitales sería una buena idea.
Otro ejemplo es el de la negociación con Grecia en 2010, de la cual participó el FMI como integrante de la denominada "Troika" (junto con la Comisión y el Banco Central europeos). En 2013, el FMI publicó una investigación (Greece: Ex Post Evaluation of Exceptional Access under the 2010 Stand-By Arrangement), en la que reconocía que la recesión inducida por las políticas que contribuyó a diseñar había sido "mucho más profunda de lo esperado".
Sería encomiable que una institución reconozca sus equivocaciones, sino fuera por el hecho de que el mismo documento sugiere la posibilidad de que esa subestimación no haya sido producto de un error: el documento indica que ya en 2010 el FMI tenía dudas sobre la sostenibilidad de la deuda griega, pero que por consideraciones políticas (V., "la necesidad de apoyar a Grecia") la institución rebajó sus propios estándares de evaluación. Por razones como esa no es creíble que el FMI, que no tuvo problema alguno para detectar una manipulación comparativamente menor de las cifras oficiales sobre la inflación en la Argentina, diera por buenas las proyecciones del gobierno griego, según las cuales en 2009 su déficit fiscal equivaldría a 3,7% del producto, y no al 15,2% al que finalmente ascendió.
La investigación provee una posible explicación para esa dualidad, cuando señala que "Las opiniones expresadas en este documento son las del personal técnico, y no reflejan necesariamente las opiniones del gobierno de Grecia o del Directorio Ejecutivo del FMI". Esto es importante porque la Junta de Gobernadores (es decir, los representantes de los gobiernos, con un poder de voto ponderado según su contribución al FMI) elige al Directorio Ejecutivo, y este elige al Director Gerente. Por ende, en última instancia, el Directorio Ejecutivo y el Director Gerente rinden cuentas a los gobiernos con mayor poder de voto (Alemania, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, y Japón son los únicos países capaces de elegir por sí solos un director ejecutivo del FMI), y son esas entidades las que deciden las recomendaciones de política.
De otro lado, el Director Gerente nombra al Economista en Jefe del FMI, quien está al mando del personal técnico que realiza las investigaciones que suelen evaluar críticamente esas recomendaciones de política. A diferencia del Director Gerente, el Economista en Jefe del FMI no rinde cuentas a los gobiernos, pero tampoco toma decisiones de política. Tiene por lo demás un perfil profesional totalmente diferente. Por ejemplo, los últimos cinco Directores Gerentes (Michel Camdessus, Horst Köhler, Rodrigo Rato, Dominique Strauss Kahn y Christine Lagarde) provenían del ámbito de la política (los tres últimos fueron ministros antes de dirigir el FMI), y algunos retornaron a él después de ejercer el cargo.
Podría decirse, entonces, que el Director Gerente tiene incentivos para no antagonizar a los dirigentes políticos de países desarrollados, grupo del cual proviene, del que depende su permanencia en el cargo (el mandato del Director Gerente es renovable por cinco años) y al que podría regresar una vez culminado su paso por el FMI.
En cambio, los últimos cinco Economistas en Jefe del FMI (Kenneth Rogoff, Raghuram Rajan, Simon Johnson, Olivier Blanchard y Maurice Obstfeld) eran en lo esencial profesores universitarios antes de ocupar el cargo. A su vez, tras su paso por el cargo, pueden combinar el regreso a la academia con actividades privadas, pero hasta ahora ninguno de ellos se dedicó a la política luego de su paso por el FMI.
En resumen, quienes deciden las políticas y quienes formulan las investigaciones enfrentan diferentes estructuras de incentivos, lo cual podría contribuir a explicar sus diferencias.
Farid Kahhat
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