ESCRIBE MANUELA ZURITA DESDE PARÍS
A las 19:26 pm en París se aprobó el primer acuerdo climático global de la historia. Un total de 195 partes presentes en la vigésima primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21) aprobaron el “Acuerdo de París”, un protocolo que será jurídicamente vinculante y que entrará en vigencia en 2020. El acuerdo llega a casi un mes de los atentados terroristas perpetrados por el autoproclamado Estado Islámico, en el murieron 130 personas.
A poco de regresar a Lima, cinco horas antes de que Laurent Fabius –presidente de la COP 21– diera los tres martillazos de la victoria, SEMANAeconómica entrevistó al ministro del Ambiente y presidente de la COP 20.
¿Qué diferencia al Acuerdo de París del Protocolo de Kioto?
El Protocolo de Kioto fue un documento que estableció una meta menor –5.2% de emisiones a países desarrollados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)– y que estableció un periodo de compromiso, con lo cual la meta de largo plazo no estaba establecida.
Hay cuatro diferencias [en el nuevo acuerdo]. La primera es que hay una referencia directa a la ciencia. El hecho de que este texto que estoy seguro se aprobará en unas horas establezca el umbral de 1.5ºC –lo que la ciencia nos recomienda– es muy positivo. Lo segundo, se establece un objetivo de más largo plazo: metas de economías descarbonizadas o carbono neutral y a su vez resilientes al cambio climático.
Tercero, se construye un proceso de abajo hacia arriba, que permite a los países establecer sus propias metas de adaptación y mitigación desde su propia realidad. Cuarto, hay mecanismo financieros que se empiezan a crear desde el Acuerdo de Copenhagen (2008), fuera de la convención. Además, se establece un período de proceso revisión periódica cada cinco años y se ha fortalecido la adaptación, considerando que Kioto era sobre todo [un acuerdo] de mitigación. Esto es fundamental porque era lo que los países en desarrollo queríamos.
¿Y cómo se diferencia del Acuerdo de Lima celebrado en el COP 21?
Lo que hace este [nuevo] acuerdo es confirmar lo que se había avanzado de Lima, en el Llamado de Lima la a Acción climática, donde avanzamos en la cuestión de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Reconocimos lo importante que era establecer diferenciación en finanzas climáticas –en especial desde los países desarrollados–. Lima estableció el primer texto de borrador para ser negociado, que luego se convirtió en el texto de negociación en Ginebra. En Lima también se reconoció la importancia de la revisión de las contribuciones nacionales. y ahora se establece una revisión periódica cada cinco años.
¿Cuánto ven reflejados los intereses del AILAC –el grupo de negociación en el que el Perú participó– en el nuevo acuerdo, en relación a los objetivos que se proponían?
AILAC es un grupo de negociación que ha insistido en la adaptación, no sólo en los planes de adaptación sino también en finanzas climáticas. AILAC ha hecho un excelente trabajo, pero sólo reúne a un grupo pequeño de países de América Latina.
La diferencia política e ideológica se ve reflejada en el hecho de que no se pueda presentar a esta negociación como bloque. En América Latina uno puede identificar que está en [los grupos] ALBA, AILAC e Integración. Esto debe ser materia de reflexión. América latina antes solía presentarse como bloque en debates internacionales, pero en el debate climático no ha sido posible.
El gobierno recientemente estableció la contribución nacional del Perú para mitigar el cambio climático. Tras el acuerdo, ¿las medidas que serán de cumplimiento obligatorio?
El hecho de que se establezcan procesos de revisión periódica y sistemas de monitoreo, reporte y verificación, y que el financiamiento climático esté referido a la capacidad de los países a estar preparados de una u otra manera define con claridad una obligatoriedad. Siempre insistiré en que no son las leyes las que solucionan los problemas, sino el hecho de estar preparado para ser beneficiario de transferencia tecnológica, mecanismos de construcción de capacidades, finanzas climáticas. En ese sentido, el Perú tiene que cumplir con sus metas de contribución nacional [INDC, por sus siglas en inglés]. Es decir, [las metas] dejan de ser voluntarias para convertirse en mecanismo mandatorio.
¿Cómo involucrará esa obligatoriedad al sector privado?
Cuando se hace una contribución nacional el primer análisis que se hace es saber cuáles son las mayores fuentes de emisión. Tener un inventario actualizado de las fuentes de emisión es fundamental. Cuando uno ya lo tiene y quiere establecer una meta, hay que identificar las actividades que permitan disminuir la emisión.
El tercer paso es distinguir si los proyectos corresponden a la gestión pública o a la privada. Ahí se empiezan a identificar que hay procesos que están vinculados a la actividad privada de las empresas y otras que responden a la gestión pública, como los bosques en el Perú, donde la deforestación no es causada por las empresas. Allí se empieza a identificar cómo podemos avanzar desde lo público o privado –o asociados– para cortar esas fuentes de emisiones y a su vez adaptar.
¿Qué sectores formarán parte de estas emisiones?
¿A quiénes se debe obligar con acciones? A aquellos que estén vinculados con la fuente de mayor emisión. Cuando provienen de bosques, uno puede concluir que vienen de lo público porque la deforestación es causada por procesos migratorios y otros donde el Estado tiene que establecer mecanismo para evitar esas degradación y reforestar.
Pero si pensamos en procesos industriales ineficientes, ahí sí probablemente sea la empresa privada; en sistemas de transporte, la responsabilidad la tenga el Estado para manejar sistemas de transporte eficiente, pero en una lógica de asociatividad público-privada. Es como se viene haciendo en la Línea 1 y Línea 2 del Metro. Es cuestión de no predeterminar y no prejuzgar, sino identificar cómo podemos asociarnos para disminuir esas fuentes de emisión.
¿Cuál ha sido la estrategia para lograr consenso en la negociación más compleja del planeta?
En una negociación como la climática, la presidencia requiere tener mucha neutralidad: no generar sorpresas, no tener textos determinados y a partir de eso generar confianza, que se requiere para construir puentes que lleven al consenso. Que se reconozca con claridad que este es un proceso dirigido por las partes [los países miembros de la convención]y por eso todos tienen derecho a opinar y a ser escuchados. Tiene que haber transparencia: las partes tienen que tener oportunidad de ir hacia todos los lugares donde el tema climático se debate. Tiene que ser abierto e inclusivo. Ese es el primer gran secreto.
Lo segundo es que se requiere gran muñeca para trabajar en la complejidad. Esto lleva a identificar los cuellos de botella, que en esta negociación han sido la ambición [qué tanto reducir las emisiones], la diferenciación [entre países desarrollados y en desarrollo] y las finanzas climáticas.
Por eso las reuniones con el ministro Fabius con las partes bajo el método INDABA, que es un término africano que supone organizar una reunión con sabiduría para lograr consenso. En una mesa cuadrada donde todos se pueden ver y sin líderes, sino con un grupo de personas que con su sabiduría logran consenso. En estos INDABA, el ministro Fabius no solo hizo que se reúnan las partes, sino que incluso nombró ministros ‘cofacilitadores’. En el caso personal, el día anterior me pidió que facilite el [debate sobre] finanzas climáticas, de pérdidas y daños, mecanismos de implementación y el preámbulo. Esa es un mecanismo correcto de actuar: apelas a personas que puedan generar confianzas para facilitar el proceso. Por otro lado, hay que tender puentes con los observadores para que ellos no perciban que algo está pasando.
¿Qué temas pone en la agenda de la futura presidencia peruana este acuerdo?
Hay una agenda expresa por el hecho que durante el mandato de la nueva presidencia se va a tener que revisar la contribución nacional, con lo cual tiene que mantener un proceso abierto para esta revisión cuando estemos en la próxima administración.
El Perú ha ganado mucho liderazgo y reconocimiento en el debate climático –el debate internacional más complejo de la historia–, y eso no debe perderse. Creo esto es un capital político internacional que Perú no puede desperdiciar para ser muy activo con sus compromisos climáticos, beneficiarse con los recursos que el debate climático genera y seguir influyendo en la manera en que se sigue ajustando los términos de esta negociación. Y a su vez para prepararnos políticamente de manera interna. Creo que durante estos cinco años de gobierno hemos logrado poner en relieve este liderazgo peruano y empezar a organizar esta la intersectorialidad que se requiere para que el tema climático no sólo sea un tema de cancillería y los ministerio de Economía y Ambiente, sino de todos.
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