domingo, 15 de noviembre de 2015

HABÍA UNA VEZ…

Por: Ana María Dueñas Vara


Desde niños, a muchos de nosotros nos han narrado cuentos para poder dormir plácidamente y eran en esas narraciones donde nuestra mente creaba mundos mágicos, donde existían princesas, criaturas mágicas y los tan ansiados finales felices. Era sin duda, una conexión entre nuestro subconsciente y la realidad para establecer una relación con los personajes de las historias que se nos narraban, permitiéndonos más adelante formar un estilo de personalidad o forjar un carácter basado en valores de justicia, lealtad, empatía, entre otros.
Con este grato recuerdo, la Real Academia Española define cuento como “Breve narración de sucesos ficticios y de carácter sencillo, con fines morales o recreativos” .
Durante muchos años, los cuentos han sido un medio básico de los seres humanos para comunicar sus experiencias. El inventar historias para poder comprender o explicar ciertas cosas que van más allá de nuestro entendimiento.
Según James Hillman (1979), famoso psicólogo arquetipal,  el haber estado en contacto con narraciones desde la niñez temprana capacita a la persona para dar sentido y orientación a los sucesos de su vida cotidiana, dentro de una trama con una orientación significativa dentro de un horizonte de significado.
Haciendo una conexión de lo mencionado con los objetivos del milenio de la ONU; quizás se podría precisar que si desde pequeños inculcamos el hábito de la lectura, podríamos coadyuvar al cumplimiento y valoración de varios objetivos como: a) Lograr la enseñanza primaria universal, que de acuerdo a datos del PNUD –Perú, la cobertura de la educación primaria es buena (en todos los departamentos la tasa neta de matrícula es superior al 90%); b) Garantizar la sostenibilidad del medioambiente, donde el Perú está incluido entre los países más vulnerables frente al cambio climático (Tyndall Center, 2004).Por lo que , lograr el balance entre el desarrollo del país y una gestión ambiental exitosa, es un gran desafío. c) Erradicar la pobreza y el hambre, en el 2010 se dio una mejora en el ingreso per cápita mensual (sobre todo en la población ubicada en los niveles más bajos de ingresos).
Entonces, ¿cómo lograr el cumplimiento de estos objetivos, sólo en base a narrar cuentos a los niños pequeños? Es aquí, donde le presento un nuevo enfoque de la narrativa, con una misión de crear conciencia ambiental, llamada narrativa ecológica; donde podríamos dejar de lado a la clásica princesa salvada por el príncipe azul por la nueva princesa que junto al príncipe hacen reciclaje y logran salvar al reino de la bruja malvada o del mago malvado que contaminan con basura y así el reino florece y se vuelve totalmente verde, por citar un ejemplo.
Pero usted, aún dirá con una narrativa así se podría lograr cumplir los objetivos citados? pues yo le podría decir que si, como todo es causa efecto; si logramos inculcar este tipo de lectura, lograremos futuros ciudadanos con conciencia ambiental para lograr la sostenibilidad del medioambiente; sin dejar de considerar que se lograría la enseñanza primaria universal dado que está comprobado que los niños a quienes se les ha leído en la edad preescolar, llegan a la escuela con una información previa y con cierta información del lenguaje escrito, que hace que el proceso de leer y de escribir sea más fácil y la tasa de ausentismo a clases sean mínimas y tendrían, sin duda alguna, mayor conocimiento y con  valores que nos permitirán tener futuros ciudadanos con un una visión de crecimiento constante con la finalidad de eliminar la pobreza.
Hay que precisar que unos de los propósitos del Diseño Curricular Nacional de Educación Básica Regular Básica de nuestro país,  es la comprensión del medio natural y su diversidad, así como desarrollo de una conciencia ambiental orientada a la gestión de riesgos y el uso racional de los recursos naturales, en el marco de una moderna ciudadanía. Por lo tanto, mi respuesta, se resume en lo que precisa el proverbio árabe “Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría”. 

Egresada en derecho de la Universidad San Ignacio de Loyola

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