martes, 1 de octubre de 2019

LAUDATO SI’ A LA ECOLOGÍA



Desde el INTAL-BID analizamos los diferentes capítulos de la encíclica Laudato Si’ a la luz de los desafíos de convergencia regional, convocando a más de 30 expertos multidisciplinarios a desarrollar propuestas concretas, inspiradas por las pautas filosóficas del Papa Francisco.
El resultado es un trabajo en cierto modo único a nivel mundial, por cuanto desde una mirada regional profundiza, en base a sólidos criterios técnicos, muchas de las claves que el Papa señala como esenciales para superar la cultura del descarte y el riesgo de extinción de la humanidad.
Premios Nobeles, líderes globales, académicos de la región y el mundo, y representantes de la sociedad civil formularon así valiosos aportes para redoblar la defensa del medioambiente. El informe agrupa las ideas en cuatro ejes estratégicos: el de la gobernanza glocal (global+local) aborda las dificultades para lograr consensos amplios y los beneficios de alcanzarlos; el eje del comercio sostenible describe las encrucijadas de la producción y el intercambio justo; el de la ecología integral observa las múltiples áreas socioeconómicas y tecnológicas donde el cuidado de la naturaleza puede marcar una diferencia, y por último, el humanismo ambiental comprende temas de inclusión social y equidad, bajo la condición de que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”.

Gobernanza glocal

La conciencia ambiental de los pueblos de América Latina y el Caribe es un punto de partida indispensable para analizar esta problemática. Se trata entonces de alinear esa conciencia con las dinámicas decisorias de los hacedores de políticas, en diálogo con la comunidad científica.
Existe un amplio consenso de que la contaminación mundial ocasiona un daño injusto en los países más pobres porque son las economías más avanzadas las que más contaminan. En contrapartida, el cambio climático impacta con crudeza en los países en desarrollo por el peso de la agricultura, uno de los pilares de las economías latinoamericanas: el 14% de la producción agrícola corre riesgo de perderse por fenómenos de sequías o inundaciones si la temperatura aumenta tres grados centígrados.
Con las mayores lluvias, las pérdidas estimadas para los productores ascenderían a US$ 59.000 millones en la región y la pobreza aumentaría siete puntos porcentuales.
La sustentabilidad productiva, social y ambiental van de la mano, por cuanto la huella hídrica de nuestra producción agropecuaria significa, por ejemplo, el uso de 15.000 litros de agua para producir un kilogramo de carne vacuna. Pero los problemas de free riding y externalidades difícilmente se resuelvan sin una adecuada coordinación, como sugiere en nuestro Informe el Premio Nobel de Economía, Eric Maskin.

Comercio sostenible

Los esfuerzos a nivel global produjeron avances notorios en los temas ambientales. Con los Objetivos de Desarrollo Sustentable y los acuerdos de París y Marrakech, el liderazgo mundial ha trazado un sendero -no exento de dificultades- para encauzar las técnicas de producción hasta volverlas sostenibles. Pero las emisiones de dióxido de carbono se incrementaron más del 30% desde Kioto a pesar de las reiteradas cumbres ambientales.
Más que nunca, debemos redoblar los esfuerzos. Según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), la inversión y el gasto público en medioambiente en América Latina es hoy inferior al 1% de su PIB.
Es fundamental incentivar cambios de conducta en la población promoviendo prácticas sustentables que reduzcan la contaminación. Como destaca en su valoración de la encíclica Patricia Espinosa, secretaria de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, “no toda la acción climática es o debe ser motivada por incentivos económicos, existe un imperativo moral”.
Precisamos capturar con mejores estadísticas y sistemas de contabilidad la perspectiva de un paradigma socio-económico que no sólo mida el crecimiento del tradicional Producto Interno Bruto, sino también que contabilice mejor la revolución digital y la cohesión social y ambiental.
La integración, lejos de ser exclusivamente económica y comercial, es hoy más que nunca social, tecnológica, cultural y ambiental. No hay en el mundo negociaciones de acuerdos comerciales o de inversiones que no incluyan estándares ambientales, que a su vez contribuyen a reducir la contaminación y representan el desafío para nuestras empresas de incorporar nuevas tecnologías que se adapten a cadenas globales de valor cada vez más exigentes.

Humanismo ambiental

Mil millones de personas en el mundo viven con menos de US$ 1,25 por día. La integración inclusiva requiere recordar, como señala Francisco, que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo¨.
Tenemos por delante un desafío de creatividad para “resetear” el sistema de transferencias condicionadas de ingresos, que representan una inversión de menos del 1% del PBI de América Latina y que, llegando al 25% de sus habitantes, han contribuido a una disminución de la brecha de equidad, que se refleja en la caída de cinco puntos en el índice de Gini en la última década. Sin esas iniciativas, que en algunos países se financian con un gravamen sobre los combustibles fósiles, la pobreza sería 13% más elevada.
Pero es preciso ir más allá y profundizar la solidaridad regional en sistemas de segunda generación que vinculen la alfabetización tecnológica y el cuidado ambiental, sembrando así semillas estratégicas para potenciar la economía digital y nuestra diversificación exportadora.
Como señala Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de Ciencias, en el artículo que abre el Informe, “la conversión ecológica engloba la justicia social, la responsabilidad espiritual y exige la acción inmediata”.

Tecnología inteligente

Así como la tecnología y la creciente automatización de la producción genera una amenaza en el mundo laboral, la innovación también abre nuevos rumbos. Las incertidumbres conviven con las oportunidades y con actitudes emprendedoras que pueden impulsarse para potenciar mutaciones positivas.
Avances fueron posibles en áreas donde las labores manuales antes eran de extremo peligro y los riesgos para la vida humana se han reducido o eliminado gracias a la tecnología. Mientras los trabajos insalubres pueden ser sustituidos, se podrían expandir nuevos sectores que contribuyan a trazar puentes entre las distintas generaciones.
La inserción temprana de América Latina en las nuevas cadenas globales de valor en el sector de energías renovables, también, sería una forma de añadir valor y generar economías de escala sobre las ventajas comparativas naturales que tiene la región, donde el potencial técnico de las energías no contaminantes supera veinte veces a la demanda prevista, indicando así la capacidad exportadora latente.
En su aporte al Informe, una personalidad mundial como Nicholas Stern (London School of Economics) advierte que el costo de los paneles solares disminuyó 90% en apenas diez años haciendo más accesible el uso de energías limpias. Una conversión ambiental desde la perspectiva de un “doble dividendo” posibilitaría cerrar las brechas ecológicas y de inequidad, a partir del impulso de empleos verdes en campos aún fértiles de las energías renovables, el transporte, la certificación de estándares, el comercio electrónico, el diseño a medida o la agricultura comunitaria integrada al mundo mediante plataformas digitales.

Una eco-integración creativa

La lucha contra la contaminación es la carta ganadora que puede establecer una diferencia. De ahí la importancia del humanismo y de aceptar la invitación a repensar el tejido urbano institucional. La casa, el barrio, la ciudad y el ecosistema son espacios complementarios que precisan instituciones sólidas que las protejan en un desarrollo equilibrado.
“Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible.” Siguiendo la máxima de San Francisco de Asís, la humanidad se ha fijado la necesaria meta de salvar un planeta amenazado por la degradación ambiental y el cambio climático. Esta misión tiene en Laudato Si’ una referencia ineludible y una fuente de inspiración fundamental para todas las personas, sin importar su creencia religiosa.

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