Desde
el INTAL-BID analizamos los diferentes capítulos de la encíclica Laudato Si’ a
la luz de los desafíos de convergencia regional, convocando a más de 30
expertos multidisciplinarios a desarrollar propuestas concretas, inspiradas por
las pautas filosóficas del Papa Francisco.
El
resultado es un trabajo en cierto modo único a nivel mundial, por cuanto desde
una mirada regional profundiza, en base a sólidos criterios técnicos, muchas de
las claves que el Papa señala como esenciales para superar la cultura del
descarte y el riesgo de extinción de la humanidad.
Premios
Nobeles, líderes globales, académicos de la región y el mundo, y representantes
de la sociedad civil formularon así valiosos aportes para redoblar la defensa
del medioambiente. El informe agrupa
las ideas en cuatro
ejes estratégicos: el de la gobernanza glocal (global+local)
aborda las dificultades para lograr consensos amplios y los beneficios de
alcanzarlos; el eje del comercio sostenible describe las encrucijadas de la
producción y el intercambio justo; el de la ecología integral observa las
múltiples áreas socioeconómicas y tecnológicas donde el cuidado de la
naturaleza puede marcar una diferencia, y por último, el humanismo ambiental
comprende temas de inclusión social y equidad, bajo la condición de que “no hay
dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja
crisis socio-ambiental”.
Gobernanza
glocal
La
conciencia ambiental de los pueblos de América Latina y el Caribe es un punto
de partida indispensable para analizar esta problemática. Se trata entonces de
alinear esa conciencia con las dinámicas decisorias de los hacedores de
políticas, en diálogo con la comunidad científica.
Existe
un amplio consenso de que la contaminación mundial ocasiona un daño injusto en
los países más pobres porque son las economías más avanzadas las que más
contaminan. En contrapartida, el cambio climático impacta con crudeza en los
países en desarrollo por el peso de la agricultura, uno de los pilares de las
economías latinoamericanas: el 14% de la producción agrícola corre riesgo de
perderse por fenómenos de sequías o inundaciones si la temperatura aumenta tres
grados centígrados.
Con
las mayores lluvias, las pérdidas estimadas para los productores ascenderían a
US$ 59.000 millones en la región y la pobreza aumentaría siete puntos
porcentuales.
La
sustentabilidad productiva, social y ambiental van de la mano, por cuanto la
huella hídrica de nuestra producción agropecuaria significa, por ejemplo, el uso de 15.000 litros de agua para
producir un kilogramo de carne vacuna. Pero los problemas de
free riding y externalidades difícilmente se resuelvan sin una adecuada
coordinación, como sugiere en nuestro
Informe el
Premio Nobel de Economía, Eric Maskin.
Comercio
sostenible
Los
esfuerzos a nivel global produjeron avances notorios en los temas ambientales.
Con los Objetivos de Desarrollo Sustentable y los acuerdos de París y
Marrakech, el liderazgo mundial ha trazado un sendero -no exento de
dificultades- para encauzar las técnicas de producción hasta volverlas
sostenibles. Pero las emisiones de dióxido de carbono se incrementaron más del
30% desde Kioto a pesar de las reiteradas cumbres ambientales.
Más
que nunca, debemos redoblar los esfuerzos. Según la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos), la inversión y el gasto público en
medioambiente en América Latina es hoy inferior al 1% de su PIB.
Es
fundamental incentivar cambios de conducta en la población promoviendo
prácticas sustentables que reduzcan la contaminación. Como destaca en su
valoración de la encíclica Patricia Espinosa, secretaria de la Convención Marco
de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, “no toda la acción climática es o
debe ser motivada por incentivos económicos, existe un imperativo moral”.
Precisamos
capturar con mejores estadísticas y sistemas de contabilidad la perspectiva de
un paradigma socio-económico que no sólo mida el crecimiento del tradicional
Producto Interno Bruto, sino también que contabilice mejor la revolución
digital y la cohesión social y ambiental.
La
integración, lejos de ser exclusivamente económica y comercial, es hoy más que
nunca social, tecnológica, cultural y ambiental. No hay en el mundo negociaciones de
acuerdos comerciales o de inversiones que no incluyan estándares ambientales,
que a su vez contribuyen a reducir la contaminación y representan el desafío
para nuestras empresas de incorporar nuevas tecnologías que se adapten a
cadenas globales de valor cada vez más exigentes.
Humanismo
ambiental
Mil
millones de personas en el mundo viven con menos de US$ 1,25 por día. La
integración inclusiva requiere recordar, como señala Francisco, que “ayudar a
los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver
urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a
través del trabajo¨.
Tenemos
por delante un desafío de creatividad para “resetear” el sistema de
transferencias condicionadas de ingresos, que representan una inversión de
menos del 1% del PBI de América Latina y que, llegando al 25% de sus
habitantes, han contribuido a una disminución de la brecha de equidad, que se
refleja en la caída de cinco puntos en el índice de Gini en la última década.
Sin esas iniciativas, que en algunos países se financian con un gravamen sobre
los combustibles fósiles, la pobreza sería 13% más elevada.
Pero
es preciso ir más allá y profundizar la solidaridad regional en sistemas de
segunda generación que vinculen la alfabetización tecnológica y el cuidado
ambiental, sembrando así semillas estratégicas para potenciar la economía
digital y nuestra diversificación exportadora.
Como
señala Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de
Ciencias, en el artículo que abre el Informe, “la conversión ecológica engloba
la justicia social, la responsabilidad espiritual y exige la acción inmediata”.
Tecnología
inteligente
Así
como la tecnología y la creciente automatización de la producción genera una
amenaza en el mundo laboral, la innovación también abre nuevos rumbos. Las
incertidumbres conviven con las oportunidades y con actitudes emprendedoras que
pueden impulsarse para potenciar mutaciones positivas.
Avances
fueron posibles en áreas donde las labores manuales antes eran de extremo
peligro y los riesgos para la vida humana se han reducido o eliminado gracias a
la tecnología. Mientras los trabajos insalubres pueden ser sustituidos, se
podrían expandir nuevos sectores que contribuyan a trazar puentes entre las
distintas generaciones.
La
inserción temprana de América Latina en las nuevas cadenas globales de valor en
el sector de energías renovables, también, sería una forma de añadir valor y
generar economías de escala sobre las ventajas comparativas naturales que tiene
la región, donde el potencial técnico de las energías no contaminantes supera
veinte veces a la demanda prevista, indicando así la capacidad exportadora
latente.
En
su aporte al Informe,
una personalidad mundial como Nicholas Stern (London School of Economics)
advierte que el costo de los paneles solares disminuyó 90% en apenas diez años
haciendo más accesible el uso de energías limpias. Una conversión ambiental
desde la perspectiva de un “doble dividendo” posibilitaría cerrar las brechas
ecológicas y de inequidad, a partir del impulso de empleos verdes en campos aún
fértiles de las energías renovables, el transporte, la certificación de
estándares, el comercio electrónico, el diseño a medida o la agricultura
comunitaria integrada al mundo mediante plataformas digitales.
Una
eco-integración creativa
La
lucha contra la contaminación es la carta ganadora que puede establecer una
diferencia. De ahí la importancia del humanismo y de aceptar la invitación a
repensar el tejido urbano institucional. La casa, el barrio, la ciudad y el
ecosistema son espacios complementarios que precisan instituciones sólidas que
las protejan en un desarrollo equilibrado.
“Comienza
haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás
haciendo lo imposible.” Siguiendo la máxima de San Francisco de Asís, la
humanidad se ha fijado la necesaria meta de salvar un planeta amenazado por la
degradación ambiental y el cambio climático. Esta misión tiene en Laudato Si’
una referencia ineludible y una fuente de inspiración fundamental para todas
las personas, sin importar su creencia religiosa.
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