Autor: Marta Rubio Codina
Fuente: primeros pasos
Hace unos días asistí al evento “La Transformación del Futuro Empieza en la Infancia”, organizado por el BID y la Fundación ALAS. Disfruté de un día muy grato y enriquecedor escuchando a académicos, hacedores de política pública y otros agentes en fundaciones, organismos internacionales y el sector privado –comprometidos con el desarrollo infantil temprano – hablar de uno de mis temas favoritos: hacer del aprendizaje algo divertido.
Imagen referencial: manualidadesfacilisimo |
Varias de las presentaciones se centraron en este aspecto importantísimo de la promoción del desarrollo infantil: el juego. Libre, intencional, de roles, con juguetes, sin juguetes; el juego potencia la capacidad del niño de resolver problemas y superar retos, desarrolla sus habilidades comunicativas y promueve la producción del lenguaje y su creatividad.
Durante una de las presentaciones que más me gustó, Randa Grob-Zakhary, presidenta de la Lego Foundation, nos recordó que el cerebro ¡alcanza el 90% de su tamaño en la edad adulta a los 4 años de edad! Además de muy entretenida, me pareció que su presentación fue particularmente estimulante. Con 6 piezas de Lego rectangulares y de colores, Randa demostró a la audiencia el potencial del juego tanto en el desarrollo de las habilidades mencionadas arriba en la primera infancia, como en habilidades más avanzadas, tales como la cooperación, la función ejecutiva, o las aptitudes de pre-matemática y de estadística básica, en niños en edad pre-escolar. Y todo ello mientras la audiencia pasaba un buen rato jugando. Y aprendiendo.
Aplaudo especialmente la simpleza de las piezas que usó para su ejemplificación: rectángulos de colores, fácilmente reproducibles con restos de madera, cajas de cerillas, o cualquier otro material suficientemente chiquito para que un niño pequeño pueda manipularlo. Lo simple es bello. Y más cuando los recursos (léase, el dinero) son limitados y las necesidades abundantes, en particular entre las familias en situaciones de vulnerabilidad y marginalidad altas.
La promoción del desarrollo en la primera infancia no podrá convertirse en política pública con atención focalizada a aquellos con mayores necesidades – es decir, no podrá cerrar brechas a escala – si no es lo suficientemente costo-efectiva. Sabemos que los retornos de la inversión en los primeros años son muy altos – si bien no inmediatos, cosa que genera ciertas dificultades políticas ante un electorado miope. Pero la principal dificultad sigue siendo encontrar la forma lo suficientemente barata de implementar estas políticas para que sean adoptadas por los gobiernos, y sobre todo, para que sean sostenibles.
Varios factores juegan un papel importante, pero sin duda, el uso de juguetes sencillos y baratos, que puedan construirse fácilmente con materiales de desecho (u otro) abundantes en el entorno inmediato del niño y su familia (botellas de plástico, cajas y rollos de cartón, retazos de ropa y semillas o piedras, etc.), contribuyen notablemente a la reducción de costos de adquisición y la logística de distribución. Además facilitan la capacidad del hogar de reproducirlos a un costo mínimo y adaptarlos como algo propio. Sólo es necesario que, además de ser fácil de construir, el juguete sea seguro, adecuado y bonito para el niño. ¡Y cuanto más versátil – es decir, cuantas más cosas se puedan realizar con él – mejor! (tanto más barato).
Así, en plena era de la tecnología digital, reivindico los juguetes caseros en base a la evidencia generada por el famoso “Estudio de Jamaica” (artículo en inglés), del que nos habló Norbert Schady en la presentación que podrán ver en el video más abajo (presentación en inglés).
En dicha evidencia y en el orgullo con que el niño de la foto muestra su carro hecho con una botella de jabón y el conductor hecho de calcetín, ¡aprovecho para contarles sobre el poder de los juguetes hechos con material reciclado!
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