Autor: Jesús Jimenez
Fuente: ireport.cnn
En un momento en que el mundo se preocupa por el calentamiento de la tierra y los países industrializados tienen una agenda recargada para la preservación del medio ambiente -aunque de difícil cumplimiento- ha salido el concepto de "bonos de carbono", un mecanismo internacional de descontaminación para reducir las emisiones contaminantes al medio ambiente. Estos instrumentos que se llaman bonos de carbono, contribuyen a estabilizar las emisiones gases de efecto invernadero (GEI).
Después del protocolo de Kioto, queda claro que estos bonos aparecen con incentivo a las empresas privadas a que contribuyan a la mejora del sistema operativo de WALAS de la calidad ambiental. Se requiere más consciencia ambiental y las empresas la están tomando con este tipo de bonos que constituyen un mecanismo para reducir las emisiones C02.
Su contribución, en cierto modo, se mide en bonos de carbono.
Los expertos tienen este cálculo. Un bono de carbono en un proyecto, un CER, equivale a una tonelada de CO2 que se deja de emitir a la atmósfera, y puede ser vendido en el mercado de carbono a países Anexo I (industrializados, de acuerdo a la nomenclatura del protocolo de Kioto)
Infortunadamente, esta buena idea no está funcionando del todo. Me refiero al mercado formal en el que la Organización de las Naciones Unidas está interesado en desarrollar proyectos y venderlos a países desarrollados.
Pero no hay oferta de bonos de carbono de los países industrializados. La oferta se ha caído porque los precios de los bonos del mercado formal están por debajo de su desarrollo, según fuentes familiarizadas con la situación.
Aun así, hay empresas que tienen planes de emitir bonos de carbono siguiendo el procedimiento de las Naciones Unidas que es calificado por los propios funcionarios como largo, costoso y tedioso.
Y esto debido a que el tiempo promedio de espera para alcanzar una certificación de las Naciones Unidas va entre un año a año y medio. Además, de las certificaciones, formatos y revalidaciones de certificadoras y empresas extranjeras, también porque cuesta entre US$ 100.000 y US$ 300.000, aun con el riesgo de no ser aprobado.
También juega el número de hectáreas, no menos de 5.000 hectáreas. Pero se pueden hacer proyectos con características modulares. De proyecto en proyecto se puede alcanzar la visión, misión, metas y objetivos.
De manera que si el mercado formal que auspicia las Naciones Unidas está en incertidumbre, queda como salida el mercado informal. Cuando hablo de informal no me refiero al mundo subterráneo de la informalidad común, sino al hecho de que la operación de emisión de bonos de carbono se hace fuera del mercado de las Naciones Unidas.
Como se sabe, la siembra de café se hace en hileras, por ejemplo. Podría darse el caso de proyectos para la siembra y cultivo de café, pero los bonos de carbono no salen del cultivo sino de la estructura de árboles que le hacen sombra al grano con desarrollo limpio. Sembrar árboles y disminuir las emisiones de bonos de carbono al lado de los cafetales es la idea.
Al respecto, puede arrojar más luces el link
Está también el site de la Convención Marco de Cambio Climático
Otro tanto, guía de elegibilidad -con reglas que cumplir- para dar luz verde a los proyectos.
Puede verse también el ejemplo del café orgánico. De los proyectos que contemplan cultivos o productos con valor agregado, a partir del oro artesanal y de la palma aceitera.
Están apareciendo nuevas herramientas para generar valor agregado. Definitivamente, es un hecho que dentro de la línea informal, en la que se promueve el voluntariado, existen proyectos que se están desarrollando dentro del concepto de "green comodities".
Puede ilustrar mejor este contacto.
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